Abigail Bolaños.

El concepto de “fast fashion”, o moda rápida, se refiere a los grandes volúmenes de ropa producidos por la industria de la moda, en función de las tendencias y una necesidad inventada de innovación, lo que contribuye a poner en el mercado millones de prendas y fomentar en los y las consumidoras una sustitución acelerada de su armario personal.

Uno de los aspectos más atractivos de estas empresas, es lo accesible que se adquieren las prendas, pero sobre todo los precios excesivamente bajos en comparación a las tiendas de ropa tradicionales.

Y es que el fenómeno del fast fashion provoca que se introduzcan al mercado muchas colecciones de ropa “en tendencia”, durante lapsos breves. Así, se sigue este modelo de producción donde se fabrican prendas con materiales de baja calidad para asegurar un precio barato, por lo que incluso podríamos hablar de ropa prácticamente desechable.

Algunas de las marcas más famosas de fast fashion son:

  • Shein.
  • Primark.
  • H&M.
  • Mango.
  • Bershka.
  • Pull & Bear.
  • Zara.
  • Stradivarius.
  • Oysho.
  • Victoria´s Secret.

La Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), a través de la Revista del Consumidor, en su edición de diciembre de 2019, denunció la baja calidad de las marcas presentes en México que trabajan bajo el modelo de la fast fashion, tales como Bershka, C&A, Forever21, H&M, Massimo Dutti, Oysho, Pull&Bear, Shasa, Stradivarius, United Colors of Benetton, entre otras.

Explotación laboral, la esclavitud moderna.

En la historia del mundo, hay diversos sucesos que nos han marcado como humanidad, acerca de este tema; desde la esclavitud de las personas negras, hasta la explotación y genocidio de miles de judíos y judías en la época Nazi.

La esclavitud moderna se refiere a situaciones en las que una persona ha quitado la libertad a otra persona. Su libertad para controlar su cuerpo, para elegir su trabajo o para dejar de trabajar en entornos inseguros o de explotación.

Incluye delitos como la trata de personas, el trabajo forzado, la servidumbre por deudas y el uso del trabajo infantil (Sanz, 2019).

En la actualidad, la esclavitud se adaptó a la época y a las necesidades de las personas
principalmente empobrecidas, siendo más «discreta». Se puede evidenciar en la industria de diferentes formas que incluyen los abusos físicos y mentales, pasando por los regímenes de trabajo obligado que los empleadores mantienen por deudas creadas a sus trabajadoras y/o trabajadores mediante promesas falsas, y también las diferentes amenazas que los trabajadores sufren si deciden denunciar las condiciones laborales o formar sindicatos.

La mayoría de estos maltratos se viven en países y ciudades precarizados, empobrecidos y en los que los derechos humanos son poco respetados, como lo es generalmente en el sur de Asia, Bangladesh, India, Camboya, Indonesia, Malasia, Sri Lanka y China.

Del mismo modo, según GSI (2019), Asia es la región con el mayor número de víctimas, teniendo 6.1 víctimas por cada 1,000 habitantes. La región registró el mayor número de víctimas en todas las formas de esclavitud moderna, en especial, la que se encuentra ligada al trabajo forzoso.

Y más del 70% de las y los trabajadores de la industria textil son mujeres, siendo éstas las principales afectadas.

Empiezan a trabajar siendo niñas, en muchos casos dejando el colegio para aprender a ser costureras (un trabajo completamente digno si no fuera por las condiciones que hemos mencionado). Después llega el momento de casarse y seguir trabajando, porque hay que llevar dinero a casa e incluso, aunque otros miembros de la familia ganen dinero también, la mayoría de estas mujeres son las responsables de, con su sueldo, comprar la comida y pagar otras necesidades del hogar.

Cármen Horcajada.

El informe Global Slaveey Index de Walk Free Foundation (2018), también señaló que las
fábricas de textiles son una de las fuentes más comunes de esclavitud en los últimos años.

Se utilizan promesas falsas para atraer a las y los trabajadores, ayudar con la dote del matrimonio a las mujeres, pagar la educación de sus hijos entre otros. Los empleadores les engañan con un monto de dinero que luego no es pagado y se les crean deudas por las supuestas ayudas.

Del mismo modo, según el documental Maquinas de Jain, R. et al. (productores) y Jain, R. (director) (2017), a menudo a las y los trabajadores se les mantiene en planes de aprendizaje para que las fábricas no tengan que pagarles adecuadamente o darles derechos legales. Además de confirmar que se engaña de diferente forma a las y los empleados para no pagarles la suma de dinero acordado.

La periodista Iran Amrani se infiltró en las fábricas de una de las más famosas tiendas de fast fashion; Shein, y el resultado de su investigación se muestra en el documental “Untold: Inside The Shein Machine” publicado por Channel 4, donde muestran las condiciones laborales de miles de empleadas en talleres donde son subcontratadas para producir en masa las prendas de la marca propiedad de Chris Xu, a quien culpan de estas malas prácticas y usar el outsourcing para deslindarse.

Y según el informe de la OIT (2017), en la mayoría de los países fabricantes como China, Bangladesh e India, el salario mínimo representa entre la mitad y la quinta parte del salario digno, o incluso les pagan con ropa, pero en caso de “arruinar” alguna de las prendas, son multadas con hasta dos tercios de su salario.

En China, Bangladesh e India el salario mínimo está muy debajo del salario digno, con datos más exactos el salario mínimo mensual en China son 174.60 euros y el digno es de 376.07 euros. De igual forma, en Bangladesh el salario digno es de 259.80 y el salario mínimo es de 49.56 y por último en India el salario digno es de 195.30 euros y el salario mínimo es de 51.70 euros.

Además, las y los trabajadores de los países donde se fabrican estas prendas, suelen trabajar de 14 a 16 horas diarias.

La mayoría de las y los trabajadores no son forzados u obligados de forma física a trabajar, pero necesitan desesperadamente dinero para mantenerse, por eso no denuncian las agresiones, por miedo a ser despedidos y bajo las condiciones vulnerables en las que se encuentran.

Entonces, como mencionaba anteriormente, esta esclavitud se caracteriza por ser más discreta a la de hace años, ya que, aunque las personas no han sido secuestradas físicamente, no tienen otra opción más que seguir trabajando pese a esas condiciones.

Por si fuera poco, en el 2022, Shein se hizo viral puesto que algunas usuarias denunciaron en redes haber recibido mensajes de auxilio en las etiquetas de sus prendas, con mensajes como “Necesito tu ayuda”, “ayuda” o “tengo dolor en los dientes”.

Por lo que la compañía reconocida de fast fashion no tardó en responder ante tal polémica, desmintiendo completamente dichas acusaciones por medio de sus redes sociales. Además, la marca afirmó que las etiquetas mostradas son falsas, ya que una de las fotografías es del 2014 en la que se acusaba a otra empresa de Europa.

Sin embargo, y a pesar de la medida reparatoria de imagen que trataron de impulsar desde la empresa a través de Tiktok, las y los usuarios no perdieron la oportunidad para expresar su opinión, donde muchas usuarias mexicanas resaltaron que fueron parte de esta situación, enfatizando que en sus pedidos sí llegaban mensajes de auxilio.

El problema de la apropiación cultural.

La apropiación cultural ha sido sin duda uno de los principales errores que cometen todas las empresas de fast fashion, utilizando diseños propios de artesanas y artesanos para producir en masa, desplazando a las y los artistas de cada país ante una industria que puede producir en más cantidad y a menor precio, poniendo en total desventaja su trabajo.

En el caso de Shein, el año pasado fue acusada de vender las alfombras de oración que usan los musulmanes. Para esta población este acto fue una falta de respeto debido a que se comercializaban como artículos de decoración y no de oración, además de que diseñadores locales denunciaron haber visto sus diseños (iguales) en el sitio web de la marca.

Por otro lado, en México el gobierno también señaló que se tomarían medidas debido al plagio y apropiación cultural de Shein, pues tomaron trazos, diseños, colores y dibujos idénticos a los que fueron confeccionados a mano por mujeres artesanas en Estados como Yucatán, Campeche y Quintana Roo.

El devastador panorama ambiental y las consecuencias en nuestra salud.

Anualmente, el fast fashion consume aproximadamente 93 billones de litros de agua, la cantidad suficiente para abastecer a cinco millones de personas y tan solo la producción de ropa representa el 10% de las emisiones de CO2 a nivel global, el equivalente a lo que libera la Unión Europea por sí sola.

Se estima que el 73% de la ropa producida anualmente termina incinerada o en basureros, lo que contribuye a la contaminación terrestre y atmosférica. Sin contar que, lavar la ropa desemboca en un aproximado de 500 mil toneladas de microplásticos al año en los océanos.

Y es que, el problema del fast fashion es que alienta el consumismo, práctica mediante la cual las personas compran más de lo indispensable. Hay varios factores que propician este hábito, entre los está la presión ejercida por el entorno social, las redes sociales, el marketing y el tiempo de vida tan reducido de los productos que orillan a las y los usuarios a consumir y desechar en lapsos ridículamente cortos.

Respecto al desecho de prendas, cada segundo se quema o arroja a los basureros el equivalente a un camión lleno, es decir, 2.6 toneladas. Producir ropa en realidad es muy costoso bajo el modelo actual: 2 mil 700 litros de agua son necesarios para fabricar apenas una camisa de algodón.

La ropa desechada, que podría usarse aún, se traduce en 460 mil millones de dólares perdidos. Es decir, hay prendas que se usan únicamente de 7 a 10 veces y se tiran.

En suma, el desperdicio es una de las características que define a la industria de la moda. Se calcula que, a nivel mundial, se reutiliza menos del 1% de la materia prima (plástico, algodón y otras fibras) usada para producir ropa.

¡Y no termina! Tan solo en México, la descarga de agua contaminada generada por esta industria en el río Atoyac afecta a más de 2 millones de personas en Puebla, de acuerdo con el CEMDA.

De manera anual, se confeccionan aproximadamente 150 mil millones prendas, 63 millones de toneladas. Se estima que el 30% de ese total nunca llega a venderse, incluso se calcula que la mitad de la ropa producida terminan siendo desechadas en menos de un año.

Nuestra salud no sale ilesa, puesto que en cada parte de la producción textil se utilizan productos químicos para fabricar las fibras, blanquear y teñir los tejidos, etc.

Por lo que, cuando llegan a las tiendas, nuestra ropa sigue conteniendo muchos productos químicos, incluso la de fibra «100% natural».

Un estudio de Greenpeace para la Campaña Detox ha identificado once productos químicos utilizados frecuentemente para fabricar nuestra ropa que contienen toxinas, carcinógenos y disruptores hormonales que deberían estar prohibidos, pero que actualmente no lo están.

Algunos estudios demuestran que ciertas sustancias químicas contenidas en los pijamas, pueden
encontrarse en la orina de un niño cinco días después de haber llevado ese pijama durante una noche.

Además, un estudio reciente ha encontrado sustancias químicas peligrosas en el 63% de los artículos analizados de veinte marcas textiles diferentes (incluidos los gigantes de la moda).

Conclusión y algunas soluciones.

Ya vimos el impacto social, ambiental, político e incluso salubre que representa para todas las consumidoras y consumidores del fast fashion y si nos ponemos pesimistas, la realidad es que la mayoría de las empresas de ropa comercial no cumplen moral y ecológicamente con el «deber ser».

Además, debido a la desigualdad económica, generalmente buscamos prendas que sean accesibles a nuestros ingresos, por lo que podemos entender por qué el fast fashion resuta sumamente atractivo desde una óptica parcial, sin embargo, seamos conscientes de que no existe ningún mercado si no existen consumidores.

¿De quién es responsabilidad? Aunque duela, sí es nuestra (como sociedad). Por lo que aquí te dejo algunas sugerencias.

  1. Evita el consumismo.

Compra menos y sé consciente de lo que compras. ¿Realmente vas a usar toda esa ropa que pediste por internet? ¿te será de utilidad a futuro o solo será para una ocasión? ¿la calidad de esas prendas es buena o se dañará a la primera lavada?

2. Considera la ropa de segunda mano y/o comprar ropa de marcas sostenibles.

Se los dice una amante de las “segundas”; si sabes buscar, encontrarás joyas que ni te imaginas. La ropa de segunda mano es una de las maneras más económicas y sostenibles de consumir, puedes intercambiar ropa con amigas o incluso en algunas localidades ya existen aplicaciones con el único objetivo de hacer intercambios de prendas.

Sin embargo, si no estás acostumbrada o simplemente no es de tu agrado, comprar en marcas sostenibles es una excelente opción, aunque pagues un poquito más.

3. Piensa en la calidad y el cuidado de la ropa.

Al comprar prendas de cualquier tipo, te recomiendo que revises la calidad de la tela, la costura y que si cumple con las expectativas, cuides esas prendas para que sean más duraderas y alargar su vida útil.

4. No deseches la ropa.

Hay una ley de ecología que dice que nada es basura y que si hay algo que lo sea, entonces no debería existir en el mundo. Hay muchas maneras de alargar la vida útil de una prenda, desde donarla, venderla, repararla, reutilizarla y en el último de los casos; reciclarla. Solo por favor, a la basura no.

5. Politiza lo que consumes y exige.

Súmate a exigir tratos dignos, derechos humanos y responsabilidades ambientales a las empresas, así como a los gobiernos.

Si no estás de acuerdo con lo que hace una marca, no la consumas y pon evidencia las razones por las que no lo haces, de esta manera generas conciencia en las demás personas y te unes a la lucha colectiva a favor de vidas dignas.

Así que, como dicen en México; “lo barato, sale caro”. No podemos salvar el mundo de un día para otro, pero sí podemos elegir a conciencia en qué y en dónde consumir cualquier cosa que necesitemos.

La explotación de cualquier tipo existe porque hay personas dispuestas a pagar por ella. Que la injusticia nunca nos sea indiferente y que nuestra comodidad no sea a costa del sufrimiento de otras personas.

Abigail Bolaños.

Gracias por leerme una vez más.

Recuerda que puedes seguirme en Instagram o TikTok en donde también hablo de feminismo y temas sociales.

¡Abrazo sororo!

REFERENCIAS:

  1. Sustain Your Style. El lado oscuro de la industria de la moda. Sustain Your Style, s/f. Consultado el 28 de mayo de 2023.
  2. Forbes. (2019, 9 diciembre). Bershka, C&A, Zara y otras «fast fashion» están en la mira de la Profeco • Negocios •. Forbes México. https://www.forbes.com.mx/bershka-ca-zara-y-otras-fast-fashion-que-estan-en-la-mira-de-la-profeco/
  3. OIT. (2017). Informe Mundial sobre Salarios 2016 / 2017 La desigualdad salarial en el lugar de trabajo (N.o 1). Organización Internacional del Trabajo. https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—dgreports/—dcomm/—publ/documents/publication/wcms_541632.pdf
  4. Olazábal, V. M. (2018, 24 abril). Cinco años del derrumbe del Rana Plaza: logros y cuentas pendientes en la industria textil de Bangladesh. EL MUNDO. https://www.elmundo.es/internacional/2018/04/24/5adf0ca6e2704e18538b461a.html

Acerca del autor

Abigail Bolaños
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Comunicadora inconforme, activista feminista y escritora de sueños.

Soy licenciada en Ciencias de la Comunicación y especialista en capacitación. Me encanta estudiar teoría feminista y luchar colectivamente por una vida digna para todas las mujeres. Dentro de mis varios trabajos, coordino Entérate Mujer, imparto talleres para distintas organizaciones y gestiono proyectos sociales que promueven los DDHH, la educación, así como la prevención y erradicación de la violencia contra las mujeres.

Acerca del Autor

Abigail Bolaños

Comunicadora inconforme, activista feminista y escritora de sueños. Soy licenciada en Ciencias de la Comunicación y especialista en capacitación. Me encanta estudiar teoría feminista y luchar colectivamente por una vida digna para todas las mujeres. Dentro de mis varios trabajos, coordino Entérate Mujer, imparto talleres para distintas organizaciones y gestiono proyectos sociales que promueven los DDHH, la educación, así como la prevención y erradicación de la violencia contra las mujeres.

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