Abigail Bolaños.

Hace varios meses concluí la relación amorosa que más me ha costado emocionalmente. Hoy, puedo decir que estoy bien, pero extrañamente (o tal vez no tanto hablando de relaciones heterosexuales) muchas de mis amigas han estado pasando por situaciones exageradamente similares a la mía; por lo que hoy decido escribirte un poquito.

Poniéndonos en contexto, mi ruptura amorosa terminó por una infidelidad (una de las que yo me enteré porque seguramente hubo más antes de esa). Sin embargo, dolorosamente no me tomó realmente por sorpresa. Durante los años que compartimos mi ex pareja y yo, regularmente habían cosas que no me cuadraban. Siempre tenía actitudes que me hacían dudar en si era yo quién solo exageraba «situaciones pequeñas» o que creaba historias ficticias en mi cabeza, sintiéndome culpable por dudar.

Al inicio de la relación recuerdo perfectamente su urgencia por mantenerme lejos de su celular, lo que me ocasionó curiosidad e incertidumbre con el tiempo, hasta que un día simplemente sobrepasé el límite de la privacidad y lo revisé. No hubo vuelta atrás, porque de ahí en adelante no había nada que me pudiera decir o “explicar” para que yo no sintiera la necesidad de “asegurarme de que no me era infiel”.

Con frecuencia le encontraba mensajes que no eran comprometedores, pero sí que dejaban muy claras sus intenciones de coquetear sutilmente con otras chicas, entre otras cosas de la misma índole. Con los años yo me volví más insegura, y me auto convencía de confiar en él como me pedía cada vez que discutíamos por lo mismo; confiar, ¿no es eso lo que hacen las parejas sanas?

Entonces, me preguntaba a mí misma el por qué no lo dejaba simplemente, y cuando por fin tuve el valor, me repetía mil veces en la cabeza la idea de perdonarlo (sin que él me hubiera pedido una disculpa por la infidelidad). ¿A caso iba a echar a la basura todo el tiempo que estuvimos juntos? ¿qué había con todo lo que habíamos crecido codo a codo? ¿las noches de desvelo cuando nos ayudábamos mutuamente con nuestros trabajos y estudios? ¿y si tal vez yo estaba exagerando las cosas y ésta solo era una pequeña crisis que podíamos superar?

Mientras yo me inundaba en llanto preguntándome por qué no era suficiente para él, mi teléfono seguía sin recibir ningún tipo de llamada o mensaje de su parte. Y es justo ahí cuando sentí que me estaba perdiendo a mí misma, dejando de reconocerme.

El sistema patriarcal en el que vivimos se ha encargado de mantener la heterosexualidad como base fundamental del mismo. En pocas palabras, a través de este adoctrinamiento, las mujeres estamos educadas para servir y satisfacer a los hombres de nuestras vidas, priorizarlos y buscar su continua aprobación, desde nuestros actos, hasta la forma en la que lucimos.

Así que, la manera tan pobre en la que nos “aman”, dándonos migajas emocionales y la forma en la que nosotras solemos dar todo por la relación o por “salvar” al hombre que amamos dice mucho de la fuerza de la heterosexualidad en nuestras vidas. Mientras nosotras nos entregamos devotamente-como nos han enseñado siempre- al punto de no reconocernos , cuando ellos deciden irse o nosotras lo hacemos, tendemos a sentimos vacías.

Ahora, la cuestión no es esperar a personas perfectas para relacionarnos sexo afectivamente, sino saber desde dónde lo queremos construir en equipo. Porque si me lo preguntan, la mayoría de los hombres no ofrecen el mínimo indispensable, es decir; respeto, comunicación, asertividad, empatía y honestidad.

Y no lo hacen porque sencillamente no nos ven como iguales (consciente e inconscientemente), nos perciben desde cierta superioridad social, debido a la crianza que ellos también han llevado. Así que, evidentemente aquellos que no estén dispuestos a trabajar la forma en la que se relacionan desde esta visión, no se tomarán la molestia de ofrecer lo básico, puesto que, si no resulta con una mujer, fácilmente se irán con otra que se adapte y acepte lo que él quiera ofrecer, tal como si fuéramos objetos de consumo.

Viviendo en un mundo por y para los hombres, en un intento de supervivencia implícito, nosotras tratamos de ajustarnos constantemente a lo que ellos necesitan y quieran brindar. Con las migajas emocionales que nos dan nos tratamos de convencer de que son suficiente, que nosotras somos demasiado exigentes y que ellos-«inocentes, con tantos traumas y problemas»- lo están intentando. O peor aún, los idealizamos e imaginamos que seguramente si nos esforzamos más o si “mejoramos” nuestro físico, él cambiará.

Y la aprobación masculina no se detiene ahí, porque por más que las mujeres que amamos nos hagan saber lo increíbles, inteligentes, bellas, divertidas y geniales que somos, no nos es suficiente, porque lo que sentimos necesitar son las palabras de un hombre diciéndonos exactamente lo mismo. ¿Por qué una palabra de ellos pesa más que todos los consuelos y amor que nos dan nuestras amigas, hermanas o madre?

Lo mínimo indispensable es algo que como ser humano se debería otorgar al relacionarnos sexo afectivamente, y no debería representar un hallazgo o signo de ser el “amor verdadero”.

El que sea amable, atento, detallista, respetuoso, los actos de servicio, la fidelidad, el tiempo de calidad o la confianza, no son características que nos indiquen que sea la mejor pareja, sino que existen las bases para construir un vínculo sólido y sano, que después se puede desarrollar.

Y es importante aclarar que lo mínimo indispensable deben ser aspectos DEMOSTRABLES, es decir, que no queden a la imaginación o simplemente en promesas. De no ser así tal vez es momento de entender que una de las dos partes va a arrastrar con la relación.

No te voy a decir que mi ruptura representó un duelo sencillo. Ha sido un proceso muy difícil de «desintoxicación», en el que constantemente aprendo a cómo relacionarme de maneras más sanas y sin poner en riesgo mi salud mental.

Y como todo proceso de sanación, no es algo lineal. A veces sentía que no me dolía más, pero también tuve días en los que nostálgica y con lágrimas desbordadas, me torturada pensando en lo que fue y lo que pudo ser, basada en una versión idealizada de todo lo bueno que viví, pero sin tomar en cuenta todo el daño que pasé.

Estoy segura de que merecemos más que lo mínimo indispensable, y entiendo que tras una ruptura solo buscamos “volver a sentir algo”, recibir mensajes, aceptación, buscando nuevamente algo de aprobación masculina; pero te aseguro que el refugio lo puedes encontrar en el abrazo de tu mamá, en esas noches tomando vino entre risas y llanto con tus amigas, o en el café por la mañana con tu hermana.

Te prometo que el amor entre mujeres sana y que si encontraste el valor para soltar (aunque a veces quieras volver, pero sabes que ahí no es) vas a encontrar el valor para retomar tu camino.

Eres fuerte, valiente y valiosa.

Acerca del autor

Abigail Bolaños
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Comunicadora inconforme, activista feminista y escritora de sueños.

Soy licenciada en Ciencias de la Comunicación y especialista en capacitación. Me encanta estudiar teoría feminista y luchar colectivamente por una vida digna para todas las mujeres. Dentro de mis varios trabajos, coordino Entérate Mujer, imparto talleres para distintas organizaciones y gestiono proyectos sociales que promueven los DDHH, la educación, así como la prevención y erradicación de la violencia contra las mujeres.

Acerca del Autor

Abigail Bolaños

Comunicadora inconforme, activista feminista y escritora de sueños. Soy licenciada en Ciencias de la Comunicación y especialista en capacitación. Me encanta estudiar teoría feminista y luchar colectivamente por una vida digna para todas las mujeres. Dentro de mis varios trabajos, coordino Entérate Mujer, imparto talleres para distintas organizaciones y gestiono proyectos sociales que promueven los DDHH, la educación, así como la prevención y erradicación de la violencia contra las mujeres.

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