Las amistades entre mujeres han sido históricamente espacios de refugio, complicidad y sostén mutuo. En un mundo patriarcal que nos aísla y nos fragmenta, nuestras amigas suelen ser testigas y compañeras en procesos fundamentales de nuestra vida: crecemos juntas, compartimos alegrías, tristezas, nos sostenemos y acompañamos ante cualquier situación.

Sin embargo, la pérdida de una amistad sigue siendo un duelo desestimado por la sociedad e incluso por nosotras mismas, esto es justamente debido a que “la forma en que los seres humanos expresamos el duelo está estrechamente relacionada con la cultura a la que pertenecemos” (Rosa E.Vargas Solano, 2003).

La cultura patriarcal nos ha enseñado a restarle importancia a nuestras amigas y a priorizar otros vínculos, como los románticos o familiares. Como resultado, estas pérdidas suelen pasar desapercibidas, dejándonos sin herramientas para procesarlas y validarlas.

Desde la psicología, el duelo es el proceso emocional que atravesamos tras una pérdida significativa (Bowlby, 1980). Mientras que las rupturas amorosas son reconocidas y socialmente validadas, el duelo por una amistad suele ser minimizado.

Se nos dice que «las amistades van y vienen», que «es normal distanciarse», o que «hay más amigas por conocer». Pero lo cierto es que la pérdida de una amiga puede ser igual o incluso más dolorosa que la de una pareja romántica.

Desde una perspectiva feminista, las relaciones entre mujeres no son solamente vínculos de ocio o compañía, sino espacios de construcción, colectividad y resistencia. Cuando perdemos a una amiga, no solo nos enfrentamos a la ausencia de su compañía, sino también a la ruptura de un espacio seguro donde éramos vistas y comprendidas en nuestra complejidad.

Si bien cada proceso de duelo es único, podemos reconocer ciertas etapas comunes en la pérdida de una amiga según el modelo de Elisabeth Kübler-Ross (1969):

  1. Negación: cuesta aceptar que la amistad ha cambiado o terminado. Tal vez intentamos aferrarnos a la idea de que todo puede solucionarse.
  2. Depresión: se empieza a asumir de forma definitiva la realidad de la pérdida, y ello genera sentimientos de tristeza y de desesperanza junto con otros síntomas típicos de los estados depresivos, como el aislamiento social o la falta de motivación.
  3. Ira: sentimos rabia, ya sea hacia nosotras mismas, hacia la otra persona o hacia las circunstancias que llevaron a la ruptura.
  4. Negociación: se busca recuperar lo perdido y evitar el sufrimiento, surgen preguntas como “¿qué hubiera pasado si…?”, “¿y si…?”.
  5. Aceptación: poco a poco integramos la experiencia, la comprendemos y resignificamos lo aprendido en la relación, llegando a un estado de calma y plenitud.

A diferencia de los duelos por relaciones amorosas o familiares, no hay rituales sociales para despedir una amistad. No hay cartas de duelo, canciones de desamor o ceremonias para decir adiós cuando hablamos de amistades entre mujeres.

A menudo, cargamos con este dolor en silencio, sin poder compartirlo ni validarlo. Esta falta de reconocimiento se debe a la desvalorización histórica de los lazos entre mujeres, algo que Luisa Muraro (1994) señala al hablar del orden simbólico patriarcal, en el cual los significados, referencias y genealogías femeninas han sido marginadas.

Darte el permiso de sentir: el dolor por una amistad perdida es completamente real y válido. No lo minimices ni lo ignores.
Hablarlo con otras mujeres: compartirlo con otras amigas o en espacios de confianza puede ayudar a procesarlo.
Escribir una carta de despedida: aunque no la envíes, poner en palabras lo que sientes puede ser una herramienta sanadora.
Resignificar la pérdida: puedes reflexionar sobre lo que esa amistad dejó en tu vida y cómo puedes llevarla contigo de otra manera.
Crear nuevos espacios de vínculo: no como una forma de reemplazo, sino como una oportunidad de seguir construyendo redes de apoyo y afecto entre mujeres.

El duelo por la pérdida de una amiga es un tema que merece ser nombrado, reconocido y acompañado. En un mundo que nos quiere divididas, nuestras amistades son más que relaciones pasajeras: son lazos de resistencia, amor y sostén. Aprender a honrar y cerrar estos vínculos de forma consciente es parte del proceso de fortalecernos entre nosotras.

Referencias
Bowlby J. La pérdida afectiva. Paidós, Barcelona 1993.
Muraro, Luisa. (1994). El orden simbólico de la madre. Horas y Horas. Recuperado de
https://desarmandolacultura.wordpress.com/wp-content/uploads/2018/04/muraro-luisa-el-ord
en-simbolico-de-la-madre.pdf
Vargas Solano, Rosa Elena. (2003). Duelo y pérdida. Medicina Legal de Costa Rica, 20(2),
47-52. Retrieved March 10, 2025, from
http://www.scielo.sa.cr/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1409-00152003000200005&lng=
en&tlng=es.
Kübler-Ross, Elisabeth. (1969). On death and dying. Macmillan.

Acerca del autor

Valeria Rocha
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Psicóloga y Terapeuta de Esquemas con experiencia en la práctica clínica, educativa y social, especializada en bienestar integral de las mujeres desde una mirada feminista. He impartido cursos de sexualidad y gestión emocional en México y Santiago de Chile. Articulista y tallerista en Entérate Mujer. Actualmente acompaño a mujeres en sus procesos de crecimiento y sanación a través de consultas virtuales.

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Valeria Rocha

Psicóloga y Terapeuta de Esquemas con experiencia en la práctica clínica, educativa y social, especializada en bienestar integral de las mujeres desde una mirada feminista. He impartido cursos de sexualidad y gestión emocional en México y Santiago de Chile. Articulista y tallerista en Entérate Mujer. Actualmente acompaño a mujeres en sus procesos de crecimiento y sanación a través de consultas virtuales.

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