Psic. Valeria Rocha y Psic. Renata Encinas.
Cuando a María le diagnosticaron cáncer, todos a su alrededor comenzaron a hablar de “luchar”, “ser una guerrera” y “ganar la batalla”. Estas frases, aunque nacen desde el amor y la intención de motivar, traen consigo desafíos emocionales para las mujeres oncológicas, dentro de la oncología se conoce como “lenguaje bélico”.
El lenguaje bélico, ha dominado el discurso sobre la enfermedad durante los últimos 54 años; como menciona Daniela Rojas y Loreto Fernández (2015) este tiene su origen en 1971, cuando el presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon firmó una ley llamada National Cancer Act destinando recursos económicos y políticos para la investigación de la enfermedad, dando inicio a la “Guerra contra el Cáncer”.

Es importante mencionar que en esos años transcurría la postguerra de Vietnam, por lo que el presidente buscaba una victoria para su nación identificando al cáncer como el nuevo adversario.
El cáncer es una experiencia que trastoca todos los aspectos de la vida de quien lo padece. Las mujeres han utilizado el recurso de las metáforas, para describir cómo se sienten y darle un significado emocional.
Como señala Benavides (2023), el empleo de metáforas es frecuente al hablar sobre la salud y enfermedad, y la enfermedad va más allá de lo biomédico; esto quiere decir que es un conjunto de vivencias personales, sociales, culturales y políticas, por lo que el lenguaje juega un papel crucial en los procesos de adaptación de cada etapa del cáncer, mientras que, Susan Sontag (1978) menciona que los discursos metafóricos sobre la enfermedad pueden generar culpa y presión, pues sugieren que la curación depende del esfuerzo individual, dándole poder a “luchar con actitud positiva” para sanar.
El mandato de la «lucha» también se vincula con la positividad tóxica, entendida como la exigencia de mantener una actitud optimista a toda costa. Barbara Ehrenreich (2009), analiza cómo el positivismo forzado puede ser perjudicial para las personas con alguna enfermedad compleja.
Desde una psicología con perspectiva feminista, es crucial reconocer que todas las emociones son válidas y que el bienestar no se reduce a una «buena actitud». Como señala Carol Gilligan (1982), las mujeres desarrollan su subjetividad en relación con los vínculos y el reconocimiento de sus emociones, por lo que negarles el derecho a expresar su sufrimiento es una forma de violencia simbólica, lo cual es necesario señalar y nombrar durante el acompañamiento de mujeres oncológicas.
El lenguaje no solo describe la realidad, sino que también la construye. Esta narrativa no es casualidad, pues hemos sido históricamente socializadas para ser fuertes, resilientes y cuidadoras; de manera que si expresamos algún tipo de malestar o sufrimiento, somos exageradas, nos enseñan que “no es para tanto” o que solo buscamos atención.

En este contexto, el discurso bélico no solo refuerza mandatos de género, sino que genera malestar emocional y obstaculiza un proceso de afrontamiento más humano y realista. Desmontarlo implica visibilizar la diversidad de emociones en el proceso oncológico y construir una mirada más compasiva, realista y feminista sobre la enfermedad.
Ahora bien, si estas frases nacen con la intención de motivar ¿por qué traen consigo implicaciones emocionales? Desde mi experiencia, Renata Encinas (2025) he observado cómo estas metáforas generan procesos desadaptativos, ya que las mujeres comienzan a reprimir sus emociones porque “tienen que ser fuertes” como si expresar tristeza, miedo o enojo fuera un signo de debilidad; lo que al mismo tiempo limita la búsqueda de apoyo social porque se instauran frases como “yo puedo sola” o “tengo que ser fuerte para mi familia” agravando el agotamiento físico y emocional, invalidando la necesidad de descanso, autocuidado y compasión.
¿Cuáles son las implicaciones emocionales del lenguaje bélico?
- Culpa por «no luchar lo suficiente»: la enfermedad se presenta como una batalla donde la voluntad personal parece determinar el desarrollo o desenlace de esta, generando sentimientos de culpa si el cáncer avanza, como si fuese consecuencia de «no haberse esforzado lo suficiente».
- Ansiedad y presión por mantener una actitud positiva: la exigencia de ser «guerreras» impone la obligación de mostrarse fuertes y optimistas, incluso cuando el proceso oncológico implica miedo, cansancio y tristeza.
- Invisibilización del sufrimiento legítimo: se minimiza el dolor físico y emocional, pues se espera que las mujeres «luchen con valentía» en lugar de permitirse expresar su angustia o vulnerabilidad sin ser juzgadas.
- Desconexión con las propias emociones: la presión por «ser fuertes» puede llevar a muchas mujeres a reprimir emociones como la tristeza, la rabia o el miedo, lo que afecta su bienestar psicológico y dificulta la elaboración del proceso.
- Dificultad para pedir apoyo: la figura de la «guerrera» refuerza la idea de autosuficiencia, dificultando que las mujeres pidan ayuda cuando la necesitan, ya sea en lo emocional, lo práctico o lo médico.
- Sensación de fracaso en casos de recaída o enfermedad avanzada: cuando el cáncer reaparece, la narrativa bélica puede hacer que las mujeres sientan que han «perdido» o que su cuerpo las ha traicionado, en lugar de entender la enfermedad como un proceso biológico complejo y no como una prueba de resistencia personal.
- Aumenta la obstinación terapéutica: esto quiere decir que las mujeres continúan con tratamientos a pesar de que puedan afectar la calidad de vida, ya que mencionan que “tienen que luchar hasta el final”.
Por estos motivos, queremos dejarte una guía práctica respecto al lenguaje bélico, y que de esta forma, si eres una mujer que acompaña a otra (ya seas médica, psicóloga, nutrióloga, cuidadora, familiar o amiga), puedas hacerlo desde un lugar informado, empático y sensible.
¿Qué decir y qué no decir a una mujer con cáncer?
Qué NO decir:
● “Eres una guerrera, tienes que luchar con todas tus fuerzas”.
● “Tienes que seguir peleando aunque te sientas mal”.
● “Dios le da sus peores batallas a sus mejores guerreras”.
● “No llores, tienes que ser fuerte”.
● “Tienes que ser positiva, la actitud lo es todo”.
● “Todo pasa por algo, seguro esto tiene una razón.
● “Mi tía/amiga/conocida tuvo cáncer y se curó con… inserte aquí remedio
milagroso”.
● “No te preocupes, todo va a estar bien”.
● “Al menos no es tan grave, hay gente que está peor”.
Qué SÍ decir:
● “Ser fuerte también es mostrarte vulnerable, es normal sentir tristeza”
● “Si hoy necesitas descansar está bien, escuchar a tu cuerpo y darle lo que
necesita es ser valiente”.
● “No tienes que ser fuerte todo el tiempo, está bien sentir lo que sientes”.
● “Tú no elegiste pasar por esto, estás haciendo lo mejor que puedes”.
● “Si en algún momento necesitas hablar, llorar o simplemente compañía,
cuenta conmigo».
● “Estoy aquí para ti, ¿cómo te sientes hoy?».
● “No estás sola, estoy aquí para apoyarte en lo que necesites”.
● “¿Cómo te gustaría que te acompañara en este proceso?”.
● “Te quiero y me importas, estoy aquí sin juicios ni exigencias”.
Para construir nuevas narrativas es fundamental validar la vulnerabilidad, porque ser fuerte también es permitirse llorar, descansar o pedir ayuda cuando sea necesario. Resignificar y validar el dolor emocional es clave, porque no se trata de ser positivas todo el tiempo; las emociones displacenteras como la tristeza, el miedo o la ansiedad no son signos de debilidad, sino respuestas que ayudan a procesar los cambios y las pérdidas que ocurren.
Finalmente, la aceptación ayuda a transformar las narrativas, ya que reconocer la realidad no implica resignación, sino una observación a las propias necesidades, abriendo el espacio de autocuidado y el bienestar emocional.
Las mujeres con cáncer no son guerreras, sino sujetas que merecen un acompañamiento que respete sus tiempos, sus emociones y sus necesidades sin exigencias ni culpas. No necesitan palabras de guerra, necesitan espacios seguros donde su vulnerabilidad sea escuchada y sus emociones validadas. Porque ellas no son luchadoras: son mujeres que merecen ser sostenidas en cada paso.
Referencias
Gilligan, Carol. (1982). In a Different Voice: Psychological Theory and Women’s
Development. Harvard University Press. Retrieved
https://www.researchgate.net/publication/275714106_In_A_Different_Voice_Psychol
ogical_Theory_and_Women’s_Development
Ehrenreich, Barbara. (2009). Sonríe o muere: La trampa del pensamiento positivo.
Barcelona: Turner. Recuperado de
https://bidis.udelas.ac.pa/index.php/BIDIS/catalog/view/3755/3840/11249
Sontag, Susan. (1978). La enfermedad y sus metáforas. Buenos Aires: Edhasa.
Recuperado de
https://dixitciencia.com/wp-content/uploads/Sontag_Susan-La_enfermedad_y_sus_
metaforas_El_Sida_y_sus_metaforas.pdf
Miranda, D. R., & González, L. F. (2015). ¿Contra qué se lucha cuando se lucha?
Implicancias clínicas de la metáfora bélica en oncología. Revista Médica De Chile,
143(3), 352–357. https://doi.org/10.4067/s0034-98872015000300010
Benavides Fernández, M. (2023). La enfermedad como metáfora: un enfoque desde
la hermenéutica de Paul Ricoeur. En-claves del pensamiento, 17(33), e602. Epub 12
de mayo de 2023. https://doi.org/10.46530/ecdp.v0i33.602
https://observatoriodelcancer.cl/como-enfrentar-desde-el-lenguaje-del-cancer-una-mi
rada-desde-la-psicooncologia/