Por Luna Ferrari

Durante los cuatro años que llevo estudiando la carrera de medicina, me he dado cuenta que esta profesión es un espacio hecho para hombres, un sitio regido a través de ideales patriarcales, un espacio lleno de acoso y en donde se sigue promoviendo la poca o nula investigación de la patología del cuerpo femenino.

Desde que inicié la facultad me han enseñado que el estudio de las mujeres es complejo o tiene una connotación negativa; que debemos basarnos en el clásico modelo masculino para entender todas las enfermedades que existen.

¿Por qué se continúan considerando como inferiores o poco importantes los problemas que presentamos las mujeres?

La mayor parte de los conocimientos médicos provienen de la patología masculina y esto se vuelve un problema en múltiples aspectos. Por ejemplo, las mujeres tenemos una tasa de diagnóstico de trastorno del espectro autista o trastorno por déficit de atención e hiperactividad más baja que la de los hombres, porque no se han estudiado a profundidad las diferencias que existen entre ambas presentaciones.

Solo el 39% de las mujeres que sufre un ataque cardíaco en un lugar público recibe reanimación cardiopulmonar (RCP), en comparación con un 45% de hombres. Esto es porque sigue existiendo la creencia de que los senos son algo pudoroso y no existen espacios de enseñanza en las instituciones que tengan maniquíes femeninos.

Otro ejemplo es que la posición de parto que se ha utilizado por siglos, se estableció de esa forma para que el médico (hombre) estuviera en una postura más cómoda, dejando de lado las necesidades de la mujer e ignorando las posturas naturales innatas que el cuerpo femenino sabe asumir en esos momentos. La violencia obstétrica y ginecológica es una realidad que golpea a las mujeres del mundo.

Imagen: Past Women.

Hay médicos que no pueden mantener el profesionalismo y se aprovechan de su postura de poder y autoridad para abusar de pacientes y personal de la salud. Parece que el discurso de empatía y decencia humana que debería tener la medicina se desvanece.

La historia de la medicina no escapa de los sesgos patriarcales de otras ciencias, este es un ambiente construido para privilegiar a los hombres. Es a partir de estos argumentos que surge la medicina feminista.

Cada vez más profesionistas nos cuestionamos los aspectos que rodean a la medicina, buscamos investigar estos comportamientos, hablamos de cómo se presentan las patologías en nuestros cuerpos, nos reapropiamos de nuestro territorio corporal, denunciamos el acoso incesante que existe en nuestras instituciones y resistimos ante un sistema que nos oprime desde la enseñanza.

Somos doctoras que no se quedan en silencio, somos doctoras que reconocemos desde la sororidad el importante trabajo de nuestras colegas enfermeras, de las parteras, de las químicas, de las biólogas, de las ingenieras, de todas las mujeres que en espacios patriarcales han abierto caminos para que las futuras generaciones no pasen por lo que nosotras pasamos.

La medicina feminista surge como una propuesta de resistencia ante la invisibilización que rodea a las mujeres. Buscamos seguir innovando e investigando sin caer en el reduccionismo, haciendo especial énfasis en el entendimiento de las diferencias biológicas para dejar en claro que vivimos realidades y experiencias que importan.

La reapropiación de esta ciencia, busca definir a la salud como una manera de liberación de la mujer, para que algo que en su momento era un territorio exclusivamente masculino, tome un giro y se vuelva el punto de partida de una revolución.