Psic. Valeria Rocha

Por mucho tiempo se nos han impuesto estereotipos de belleza inalcanzables y bastante alejados de la realidad, principalmente señalados en medios de comunicación, como en películas, revistas, y actualmente con redes sociales, sin embargo, es tan fuerte la exigencia que muchas mujeres pueden poner en peligro su salud física y mental.

Si buscamos información sobre el trastorno dismórfico corporal, podremos encontrar
diversas fuentes que lo expliquen de distintas maneras. De acuerdo con Mayo Clinic, el
TDC es “una enfermedad mental en el que no se puede dejar de pensar en uno o más
defectos percibidos o defectos en la apariencia”
, incluso otras, desafortunadamente le dan
un origen genético o neurológico, como es el caso de Nemours Children’s Health, mientras
que, por otro lado, tenemos los criterios diagnósticos del DSM-V (Manual Diagnóstico y
Estadístico de los Trastornos Mentales
):

  1. Preocupación por uno o más defectos o imperfecciones percibidas en el aspecto
    físico que no son observables o parecen sin importancia a otras personas.
  2. En algún momento durante el curso del trastorno, el sujeto ha realizado comportamientos (ej., mirarse en el espejo, asearse en exceso, rascarse la piel, querer asegurarse de las cosas) o actos mentales (ej. comparar su aspecto con el de otros) repetitivos como respuesta a la preocupación por el aspecto.
  3. La preocupación causa malestar clínicamente significativo o deterioro en lo social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento.
  4. La preocupación por el aspecto no se explica mejor por la inquietud acerca del tejido adiposo o el peso corporal en un sujeto cuyos síntomas cumplen los criterios diagnósticos de un trastorno alimentario.

Definiciones y criterios como estos nos dejan muy claro que está catalogado como enfermedad que se debe tratar con intervención médica, sin embargo, este “trastorno” tiene un origen más profundo y complejo.

Además de que podemos preguntarnos, ¿qué es un defecto? ¿qué es lo que consideran (y consideramos) imperfecciones?

Desde la psicología con perspectiva feminista, analizamos este tipo de “patologías” desde el contexto social y cultural en el que nos desarrollamos; en este caso, ¿quién no se va a sentir insegura consigo misma después de las exigencias de belleza a las que nos someten desde niñas?, tener labios grandes, pero no tanto, no estar gorda, pero tampoco ser tan delgada, no tener ni una “imperfección” en la cara, pero tampoco uses muchos filtros en Instagram porque te ves falsa, mantente siempre arreglada para no verte “fachosa”, pero tampoco te pongas tacones diario, ah, y oculta siempre cualquier vello que tengas.

Durante décadas, nos han moldeado a partir de estos códigos y sistemas de reglas que devienen en hábitos, creencias y comportamientos que se validan a través de la mirada de un otro (siempre masculino), como ya apuntaba Simone de Beauvoir (como se citó en Monter, Paola, 2020): “La suprema necesidad para la mujer consiste en hechizar un corazón masculino […] y casi nunca se le pide otra virtud que la de su belleza.«

Se comprende que el cuidado de su aspecto físico pueda convertirse para la muchacha en una verdadera obsesión; princesas o pastoras, siempre es preciso ser bonita para conquistar el amor y la dicha” ([1949] 2013: 230).

Tomando todo esto en cuenta, y que, lo personal es político, es decir, que todas estamos atravesadas por este tipo de violencia simbólica, estética y médica, ¿todas estamos “enfermas”?, ¿todas padecemos dicho trastorno? no lo creo.

Estos malestares tienen un único origen: el de las exigencias de la belleza hegemónica, occidental y patriarcal. No se trata de una problemática a nivel individual como nos muestra la psiquiatría y la psicología tradicional, diciéndonos que es culpa de nuestra propia autopercepción, haciéndonos responsables de esta preocupación excesiva, como se menciona en los criterios del DSM-V.

Evidentemente, estas demandas provocan daños psicológicos, emocionales, espirituales y físicos, tales como ansiedad, depresión, frustración, hasta intervenciones quirúrgicas para cambiar algún aspecto de nuestro cuerpo, de manera que nos sintamos “satisfechas” con nosotras mismas, tener la aceptación de otros y/o encajar en ciertas categorías.

Ya que, por si fuera poco, con el mensaje de “empoderamiento femenino” y el concepto de “glow up”, cada vez mujeres más jóvenes se someten a tratamientos estéticos o cirugías invasivos para la salud, pues de acuerdo con Fundación UNAM (2018) “las cirugías más solicitadas entre mujeres jóvenes son de nariz, orejas y liposucción de zonas donde se acumuló la grasa”.

Sin embargo, una intervención de este tipo no resuelve el problema, pues el foco realmente recae en aspectos subjetivos más que en lo físico.

¿Qué podemos hacer?

Cuestiónate: tal vez puedan servirte algunas de las siguientes preguntas, ¿qué es lo que no me gusta de mí?, ¿por qué no me gusta?, ¿realmente cambiar mi aspecto me hará sentir mejor?

Rastrear el origen: trata de identificar de dónde viene ese disgusto o malestar, ¿te han hecho comentarios al respecto?, ¿de quién o de dónde has escuchado que
debes cambiar algo?

A nivel individual: puedes trabajar con tu psicoterapeuta sobre lo que te hace sentir incómoda de ti misma, de manera que pueda guiarte a rastrear dicho malestar, pues cada caso es particular y se puede vivir de distinta manera.

Compartir con las mujeres de tu círculo: hablar sobre las experiencias de cada una puede ayudarte a comprender que no es un tema aislado, te aseguro que muchas piensan y sienten lo mismo que tú.

No todo es sobre enfermedades o trastornos, debemos indagar y cuestionar más allá de lo
que el sistema nos hace creer que tenemos.

No estás enferma, ni estás loca, es tu cuerpo y mente reaccionando a la violencia que hemos vivido por siglos.

Acerca del autor

Valeria Rocha
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Psicóloga apasionada en temas sobre sexualidad y neuropsicología con perspectiva feminista. Busca poner su "granito de arena" promoviendo la salud mental y el bienestar emocional.

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